Recuerdan a Nicolás Toledo a un año del tiroteo en el desfile de Highland Park

Los miembros de la familia dicen que Toledo era un gran trabajador que se dedicó a ayudar a sus hijos y nietos a lograr el sueño americano.

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A plaque in memory of Nicolas Toledo sits in the memorial rose garden outside Highland Park City Hall for the seven people killed in the mass shooting at last year’s Highland Park Fourth of July parade.

Una placa en memoria de Nicolás Toledo se encuentra en el jardín de rosas conmemorativo afuera del Ayuntamiento de Highland Park para las siete personas que murieron en el tiroteo masivo en el desfile del 4 de julio de Highland Park el año pasado.

Ashlee Rezin/Sun-Times

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Debido a la pandemia de coronavirus, Nicolás Toledo no había visto a su familia de Highland Park durante unos tres años.

Finalmente, el verano pasado, sus hijos pensaron que era seguro traerlo de México para quedarse con ellos, turnándose entre sus hogares. Podía pasar un día pescando con uno de sus hijos o coloreando con sus nietos.

“Todos nos sentíamos contentos”, dice Fabiola Toledo, una de sus hijas. “Agradecimos a Dios que lo vimos con vida y pudimos recibirlo con un abrazo después de todo lo que pasó con el COVID”.

El 4 de julio pasado, la familia decidió hacer lo que habían hecho cada 4 de julio durante 20 años: ir al desfile del 4 de julio de Highland Park.

Se encontraron esa mañana en la casa de uno de sus hijos, no lejos de la ruta del desfile, luego se dirigieron y se colocaron en su lugar habitual, con el padre en el centro de los 12 miembros de la familia.

“A mi papá le encantan los caballos, y él, en ese momento, estaba aplaudiendo mientras pasaban los caballos”, dice Josefina Toledo, otra hija. “Estaba feliz, disfrutando del desfile”.

Entonces, comenzó el tiroteo. Un pistolero disparó contra la multitud desde el techo de un negocio.

Rodeado de su familia, Nicolás Toledo, de 78 años, padre de ocho hijos, fue asesinado junto con otras seis personas. Uno de sus hijos resultó herido y aún se está recuperando.

“Estaban todos parados allí, uno al lado del otro, y todos están al lado de mi abuelo, y saber que prácticamente recibió la bala por cada uno de ellos es realmente increíble”, dice Kimberly Rangel, una de las nietas de Toledo. “Creo que murió como un héroe. Realmente salvó al resto de nuestra familia”.

Rangel había planeado reunirse con su familia junto con su hija pequeña, pero un maratón esa mañana por su vecindario le impidió llegar. Su madre, Fabiola Toledo, estaba trabajando y también se perdió el desfile.

Fabiola Toledo dice que, en los días posteriores al tiroteo, se despertaba tarde en la noche pensando que, si no fuera por casualidad, podría haber perdido a toda su familia ese día.

“Mi papá era un ángel”, dice. “Él los salvó porque la bala le pudo haber dado a una de mis [sobrinas]. Dios estaba allí, protegiéndolos para que nada les pasara a los demás”.

Nicolas Toledo, seated and wearing a red shirt, is surrounded by his family. Toledo, 78, was one of seven people killed in the mass shooting last year at the Highland Park Fourth of July parade.

Nicolás Toledo, sentado y vistiendo una camiseta roja, está rodeado de su familia. Toledo, de 78 años, fue una de las siete personas que murieron en el tiroteo masivo del año pasado en el desfile del 4 de julio de Highland Park. | Cortesía

La familia Toledo se encuentra entre los que han presentado demandas por el tiroteo masivo contra el fabricante de armas Smith & Wesson Brands, dos vendedores de armas, Robert Crimo III, el sospechoso acusado de los asesinatos, y su padre Robert Crimo Jr., quien ha sido acusado de conducta imprudente por patrocinar la solicitud de su hijo en 2019 para una tarjeta FOID para portar armas. El joven Crimo tenía entonces 19 años y necesitaba la firma de uno de sus padres para poder comprar armas legalmente.

Un aspecto de la demanda, que está pendiente en un tribunal federal, desafía la forma en que el fabricante de armas comercializa sus productos.

Los hijos y nietos de Toledo se han apoyado en su fe y en la terapia para ayudarlos a superar el año transcurrido desde el tiroteo.

Fabiola Toledo dice que ahora se encuentran mejor. Pero, por un tiempo, dice que el sonido de una llanta reventada u otros ruidos fuertes desencadenaban el pánico y la preocupación de que volvieran a ser disparos.

Highland Park no realizó un desfile este año. En cambio, habían una serie de eventos para conmemorar el aniversario del tiroteo. Las hermanas planeaban ir a algunos de ellos.

Y, como lo han hecho durante años, la familia planea pasar tiempo juntos, este año para recordar a Nicolás Toledo.

“Todos todavía estamos un poco asustados sabiendo que se acerca el 4 de julio y no sabemos cómo sentirnos”, dice Rangel, quien todavía tiene dificultades para ir al centro de Highland Park. “No sabemos cómo nos vamos a sentir en este momento. Para muchos de nosotros, ese fue probablemente el peor día de nuestras vidas”.

Ella dice que no puede imaginar asistir a otro desfile del 4 de julio.

Nicolás Toledo era de Morelos, México. Había trabajado como ranchero y en la industria agrícola allí. Pero fue difícil mantener a su gran familia, según Fabiola Toledo. En la década de 1980, se mudó a Los Ángeles para trabajar y enviar dinero. Más tarde, la familia se estableció en los suburbios del norte.

Nicolás Toledo trabajó en restaurantes y en la jardinería antes de jubilarse hace unos 15 años. Había estado dividiendo su tiempo entre Estados Unidos y México. Los miembros de la familia dicen que era un gran trabajador que se dedicó a ayudar a sus hijos y nietos a lograr el sueño americano.

Sus viajes a Estados Unidos lo verían rotar entre los hogares de sus hijos. Josefina Toledo dice que él bromeaba y les preguntaba a quién le tocaba tenerlo.

Amaba el aire libre, la caza y la pesca con sus hijos.

Fabiola Toledo dice que normalmente se levantaba todos los días a las 6 a.m. y le gustaba caminar por Highland Park, a veces a en un parque.

Rangel dice que está contenta de que su abuelo conociera a su hija el verano pasado. Llegó a pasar tiempo coloreando con ella y viendo la televisión.

“Siempre quiso mantenerse ocupado”, dice Rangel. “Mi tía y mi mamá y toda mi familia es así”.

Dos días antes de morir, terminó de colorear un cuaderno que le compró la familia. Y, en su refrigerador, Josefina Toledo todavía guarda una foto de un venado que su padre coloreó de azul porque le gustaba ese color.

“Esos son recuerdos que nos dejó”, dice ella. “Algo muy bonito”.

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